El falsificador Han van Meegeren En sus inicios el holandés Han van Meegeren no se propuso ser falsificador. En realidad quería ser reconocido como un artista
legítimo, pero los críticos de arte despreciaron su trabajo.
Meegeren pensaba que el arte moderno era una moda pasajera y decidió usar un estilo totalmente clásico. Un crítico de arte dijo de su obra en una de sus primeras exposiciones: «Tiene talento pero su obra es una especie de facsímil de la escuela renacentista. Tiene todas las virtudes, excepto la originalidad». Para demostrar su talento comenzó a imitar a algunos de los más grandes artistas del mundo. Consiguió replicar tan bien los colores y los estilos que los mejores expertos y críticos de arte no fueron capaces de darse cuenta del engaño. En 1937 copió Los discípulos de Emaús de Vermeer, pintor en el que se había especializado, con tanta exactitud que incluso hay quien dice que superó al original. Muchos expertos de arte aclamaron la pintura como la mejor que había hecho Vermeer. Sus falsificaciones entraban en el mercado del arte a unos precios astronómicos.
Falso Picasso de Elmyr
Pocos falsificadores se han ganado la estima popular como el húngaro Elmyr de Hory. Llegó a vender a galerías de arte de todo el mundo más de mil falsificaciones ‒algunas todavía en circulación‒ de obras de Modigliani, Degas, Matisse o Picasso. Parece que Elmyr entró en el mundo de las falsificaciones sin proponérselo. Vivía en la miseria hasta que alguien compró uno de sus dibujos confundiéndolo con un Picasso. A ver que así podía ganar dinero decidió recorrer toda Europa vendiendo falsos Picassos. Más adelante se asociaría con dos pícaros, Legros y Lessard, que son los que se encargaban de vender sus cuadros por todo el mundo. Un enfrentamiento entre ambos levantó las sospechas del magnate del petróleo Algur Hurtle Meadows, que había comprado algunas de sus obras, y solicitó el asesoramiento de un grupo de expertos que acabaron descubriendo el fraude. En mundo de Hollywood tampoco ha permanecido al margen de las falsificaciones. En 2004 el actor y coleccionista de arte Steve Martin compró en la galería parisina Cazeau-Béraudière un cuadro del expresionista alemán Campendonk titulado Paisaje con caballos por 700.000 euros. Cuando dos años más tarde la vendió en Christie´s por 440.000 euros se supone que no sabía que la obra se trataba de una falsificación del alemán Wolfgang Beltracchi. El falsificador, en colaboración con su esposa y su hermana, logró poner en circulación unas 44 obras consiguiendo un beneficio de unos 49 millones de dólares. La mayor fuente de ingresos se la propinó la venta de la supuesta Colección Jagër, un conjunto de cuadros que con la ayuda del marchante judío Alfred Flechtheim había permanecido oculta durante la Segunda Guerra Mundial.
La Femme Au Chapeau Bleu En 2010 se descubrió un curioso caso de falsificación. Maria Apelo Cruz se convirtió en una falsificadora involuntaria por un engaño de Tatiana Khan, propietaria de la galería Chateau Allegre. Khan le dijo a la artista que el cuadro La Femme Au Chapeau Bleu de Picasso había sido robado, que necesitaba una copia para atrapar al ladrón y que fuera discreta. Cruz, que había trabajado con Khan en el pasado, no puso en duda la historia y realizó la copia a partir de una fotografía. Khan le pagó por su trabajo 1.000 dólares y después vendió el cuadro por dos millones. John Myatt pintando John Myatt
Es el ejemplo vivo de lo bien que se pueden rentabilizar las falsificaciones.
En un primer momento Myatt no ocultaba que los cuadros que vendía eran imitaciones hechas por él mismo. Sin embargo, John Drewe, uno de sus clientes habituales, le confesó que había vendido a Christie´s una copia de Albert Gleizes por 25 mil libras. A partir de ese momento empezaron a colaborar en lo que ha sido conocido como «el mayor fraude de arte del siglo XX». Myatt realizó unas 200 falsificaciones de obras de Matisse, Giocometti, Braque, Picasso, Giacometti, Le Corbusier, Monet y Renoir que fueron vendidas a las casas de subastas más importantes del mundo.
En 1995 Myatt fue arrestado por Scotland Yard y rápidamente confesó su crimen inculpando a Drewe, que llegó a ganar casi 2 millones de libras con el negocio. Ambos fueron condenados a prisión: Myatt cumplió cuatro meses de condena y Drewe dos años. Posteriormente Myatt siguió pintando, ya con su nombre, e incluso tiene un programa de televisión. Algunas de sus obras, marcadas como falsificaciones, han llegado a venderse hasta por 45 mil libras.